15 de diciembre de 2011

TRÁNSITO

    Abrió los ojos y notó una presencia helada en la habitación. Sintió un relámpago gélido que le recorría la espalda y se le erizaron todos los vellos del cuerpo. Escuchó atentamente en el silencio más profundo. Nada. Estaba seguro de ello, había un fantasma en la sala, rotundamente etéreo. Podía sentir su roce de témpano en la piel.
Intentó mirar a su alrededor pero estaba paralizado, atónito ante su propio pavor, sin poder activar un solo músculo, sin poder emitir un simple sonido de protesta. Consideró su situación. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Quién podría ayudarle? Nadie. Se encontraba en una sala vacía, en la más negra oscuridad y no tenía control de sí mismo. Decidió abandonarse a su suerte, no tenía nada que perder. Automáticamente sintió cómo su cuerpo empezaba a responder, desentumecido, cada vez más ligero, aceptando su nueva realidad de inexistencia.
    Y enseguida comprendió que él mismo era el espectro.